Mademoiselle Leonora

No todos podemos ser unos medievalistas, marxistas, hipocritas y antisociales entregados al libertinaje.

lunes, 20 de junio de 2011

Las señales


(Este relato es de la autoria de Pepe Pereza, si por algun inconveniente este desea que sea eliminado asi sera)


Sabih se quitó la camiseta y se miró en el espejo de la habitación que acababa de alquilar, tratando de verse la espalda. Unos tremendos arañazos la cruzaban en diagonal. Hizo un gesto de fastidio y arrojó la camiseta sobre la cama. Conectó la radio y el locutor anunció el tema “Roads” de Portishead. Le encantaba esa canción. Se tumbó a escucharla, concentrándose sobre todo en el bajo. A media canción, llegó Elena. Sabih siguió a lo suyo sin inmutarse. Elena le miró de reojo y se fue directa al baño, cerrando la puerta tras de sí. Al poco, volvió a salir pero esta vez, completamente desnuda.

- Te dije que no me dejases señales y tengo la espalda totalmente arañada. – Dijo Sabih.
- Déjame ver. – Ordenó Elena según se acercaba a él.

Sabih le mostró la espalda y ella acercó su mano, parecía que lo fuera a acariciar, pero en el último momento sacó las uñas y se las clavó. Él gritó de dolor y se apartó.

- ¡Joder! – Protestó Sabih frunciendo el ceño.

Elena soltó una carcajada seca.

- Para que no vuelvas a decirme lo que puedo y lo que no puedo hacerte. – Dijo Elena cambiando el semblante y poniéndose seria.

Se tumbó junto a él. Sabih notó como un hilo de sangre bajaba por su espalda. En la radio sonaba otro de sus temas favoritos: “Cuando te duermas” de Los Piratas.

- ¿Has traído el lubricante? – Preguntó Elena.
- Sí…

Sabih se incorporó y sacó del bolsillo de su cazadora, que estaba tirada sobre los pies de la cama, un frasco.

- …aquí lo tienes. - Dijo mientras se lo pasaba.

Elena lo tomó en sus manos y leyó con atención la etiqueta.

- Nos servirá… Y tú, ¿por qué no te has desnudado todavía?
- Ya voy.

Sabih se despojó de pantalones, calcetines y calzoncillos.

- ¿Estás preparado?
- Sí.
- Extiende tu mano.

Elena vertió un chorro de lubricante sobre su palma.

- Ya sabes lo que tienes que hacer. – Dijo ella poniéndose a cuatro patas.

Sabih se extendió el lubricante por las manos e introdujo su dedo índice en el ano de ella. Poco a poco, lubricó el agujero hasta que pudo meter el segundo dedo. Elena gimió, estaba a punto cuando introdujo el tercero. Sacó los dedos y se acomodó para penetrarla con el pene, que entró sin dificultad.

- ¡Métemela hasta dentro! – Suspiró Elena a la vez que se agarraba con fuerza a las sábanas.


Sabih apretó las mandíbulas y empujó con rabia las caderas. Elena acompasaba sus gemidos con las envestidas de su compañero.

- Vete preparándote… - Le advirtió Elena.

Sabih alargó el brazo, cogió un cigarro y un mechero de encima de la mesilla. Se metió el pitillo en la boca y le prendió fuego, aspiró y soltó el humo sobre la punta del cigarro poniéndola al rojo.

- Hazlo ahora. - Ordenó Elena.
- Estás segura.
- Hazlo, joder…

Sabih obedeció y apagó el cigarro sobre la espalda de ella. Elena llegó al orgasmo. Justo en ese momento sonaron los primeros compases del tema de Mark Lanegan “One Way Street”. Ella separó sus nalgas de él, se giró y se metió la polla en la boca. Sabih se concentró en las notas de la canción, especialmente en las que ejecutaba la segunda guitarra acústica. Elena apartó ligeramente el pene de su boca y le dijo:

- Dame tu lefa.

Sabih asintió con la cabeza. Durante todo el día había estado bebiendo zumo de tomate porque alguien le dijo que eso daba buen sabor al semen. Elena siguió chupando, en un momento dado, sacó sus uñas y las clavó en las nalgas de él haciéndole eyacular. Después Sabih volvió a encenderse el cigarrillo que momentos antes había apagado sobre la espalda de su compañera y aspiró el humo llenándose los pulmones. Elena saboreó el semen, lo notó más dulce de lo habitual. El zumo de tomate había sido efectivo. Ambos se relajaron tumbados en la cama mientras en la habitación aún persistía un ligero tufillo a carne quemada.

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